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lunes, 7 de marzo de 2011

Óscar Sotillos: Escritor, supongo, a veces poeta, a veces artista, a veces incluso canto en la ducha. Entrevista de Ester Astudillo

“Escritor, supongo, a veces poeta, a veces artista, a veces incluso canto en la ducha”

Por Ester Astudillo 
 
Óscar Sotillos (Barcelona 1973) es escritor y poeta visual. Tiene publicados los libros de relatos La fruta del tiempo y María Triste y el Cuentacuentos, y en abril de 2010 se hizo con el IV Premio de novela corta Encina de Plata (Cáceres) por La orilla de las palabras. Escribe en el blog 7 Voces desde el verano de 2008 y coordina el proyecto de poesía visual El Pixel en el Ojo (elpixelenelojo.blogspot.com) junto al poeta José G. Obrero.




Óscar Sotillos presentando La Fruta del Tiempo


Ester Astudillo.- ¿Cómo te definirías? ¿Poeta? ¿Poeta visual? ¿Escritor? ¿Artista?
Óscar Sotillos.- La etiqueta de poeta es muy lucida, pero no se ajusta del todo. Es lo que tienen las etiquetas. Escritor, supongo, a veces poeta, a veces artista, a veces incluso canto en la ducha.

E. A.- ¿Qué faceta pesa más en tu visión de ti mismo como creador y por qué?
O. S.- La de narrador por la inversión de tiempo y esfuerzos que le he dedicado a lo largo de mi vida.

E. A.- ¿Cómo empezaste con la poesía visual y cuándo? ¿Y cuándo a escribir? ¿Qué vino antes?
O. S.- Me acerqué a la poesía visual a partir de uno de los primeros Tallers Oberts del Raval de Barcelona. Corrían los noventa y los artistas del barrio abrían sus talleres por primera vez. Por entonces aquél era mi barrio y disfruté entrando y saliendo de las moradas donde artistas de todo tipo enseñaban sus secretos. Allí conocí otras formas de expresarse, formas que intuía como juegos pero que ni siquiera sabía que existían en un plano artístico. Entré en la red de arte por correo, y de ahí a la poesía visual antes de la era digital. Lo de escribir, en cambio, viene de antiguo, desde que tengo recuerdos me encantaba tejer historias. Mis padres me recuerdan elaborando verdaderos boletines de guerra mientras jugaba con los soldaditos y una vez que aprendí a escribir llevé al papel todas esas películas.

E. A.- ¿Destacarías alguno de los proyectos de tu andadura de ‘artista’? ¿Por qué?
O. S.- En poesía visual ha sido fundamental la creación del colectivo El pixel en el ojo (2006) junto a mi amigo y poeta José G. Obrero. Lo que empezó como un juego para intercambiar nuestras creaciones acabó convirtiéndose en un pequeño escaparate donde otros artistas han querido mirarse. La culminación del proyecto fue el año pasado, cuando recopilamos nuestro trabajo personal y lo ofrecimos a la organización de Cosmopoética. Fue aceptado y tuvimos una exposición en la Fundación Antonio Gala de Córdoba, un marco incomparable.

Como narrador ha habido varios hitos: el primer premio cuando era aún adolescente, el primer cuento publicado, el primer libro… y el premio de novela del año pasado de manos de Luis Mateo Díez. La llamada para comunicarme el fallo del jurado originó un verdadero terremoto de alegría.

E. A.- ¿Recuerdas cuál fue tu primer acto de ‘creación’ del que fuiste consciente? ¿A qué edad? ¿De qué se trataba?
O. S.- Un relato sobre la II Guerrra Mundial. Los protagonistas eran mis amigos de clase. Estamos hablando de 1º o 2º de EGB.

E. A.- ¿Tienes ‘maestros’ o influencias clave? ¿Eres seguidor de alguna ‘escuela’? Entiéndelo referido tanto a la faceta visual como a la discursiva.
O. S.- Me siento deudor de muchos maestros. Va por épocas de formación, de intereses. El Boom latinoamericano a mí me llegó con la pubertad de manos de Benedetti, Cortázar, Márquez o Borges. De nuestro país siento verdadero aprecio por la obra de Manuel Rivas o de Belén Gopegui. Y siempre hay algún Kundera, un Auster o un Murakami al que vuelves irremediablemente. De la parte francesa Maupassant, Flaubert o Yourcenar. Hace unos años descubrí autores africanos como Mia Couto o Kourouma. En fin. La biblioteca infinita de Borges.

E. A.- ¿Tienes ideas talismán, obsesiones literarias que estén de forma consciente siempre detrás de tus creaciones?
O. S.- No conscientemente, aunque a medida que voy teniendo un recorrido y miro hacia atrás, sí que identifico algunos temas recurrentes. Algunos han desaparecido, otros me sorprenden y me ayudan a entenderme como persona, o me plantean cuestiones que todavía no he logrado resolver.

E. A.- ¿Qué te tira de lo visual que no tenga la escritura? ¿Y viceversa?
O. S.- La inmediatez en la trasmisión del mensaje, la plasticidad de sus elementos. Un poema visual es una imagen donde caben todos los recursos retóricos. Es un microrelato, un haiku, un verso. En cambio la escritura te permite recrearte y reflexionar (como creador y también como lector). Es la voz que nos acunaba en la infancia y que ahora nos susurra desde dentro.

E. A.- ¿Qué proyectos tienes entre manos?
O. S.- Tengo varias carpetas abiertas… normalmente trabajo así. Se van cerrando con el tiempo y se abren otras. Tengo por ahí varios proyectos de novela juvenil y de relatos infantiles. Un poemario, una novela negra en estado embrionario y una colección de relatos.

 E. A.- Has publicado ya un par de libros y ganado algún que otro premio. ¿Algún concurso por ahí por decidir todavía al que seas aspirante?
O. S.- Sí, algo hay, pero lo de los concursos es la travesía del desierto. El año pasado obtuve el Encina de Plata, vete a saber cuándo vuelvo a encontrar otro oasis.

E. A.-  Háblanos de tu última novela premiada, La orilla de las palabras. Creo que se va a publicar muy pronto, aunque el premio te lo concedieron en abril de 2010. ¿Qué editorial la va a sacar al mercado y cuándo?
O. S.- Así es. El premio Encina de Plata se falla el día del libro y se publica en la edición del año siguiente. A mí me lo concedieron en 2010, así que tendría que salir a la venta el próximo Sant Jordi bajo el sello de la editorial Aralama. Sólo que este año Sant Jordi cae en el último sábado de Semana Santa, así que habrá que esperar al mes de mayo.

E. A.- ¿Su génesis es destacable, parte de alguna historia personal o alguna anécdota?
O. S.- Parte de un relato de mi anterior libro, La Fruta del Tiempo. Se mezclan anécdotas personales con historias que me fueron llegando mientras investigaba un tiempo y un lugar. En las proximidades del río Besòs se encuentra el Museo de la Inmigración de Cataluña. Acudí a él para documentarme y descubrí un barrio que está encajonado en una horquilla entre el río, las vías del tren y la autopista. Se trata de La Catalana. Actualmente está en fase de reconstrucción con pisos nuevos y proyectos de centros comerciales y grandes infraestructuras que se vinieron al traste con el estallido de la burbuja inmobiliaria y la consabida crisis. Es un lugar ideal para que un muchacho de los 80 creciera al margen del mundo, creyendo a pie juntillas las historias que le explicaba su abuelo, una figura imponente que hace sombra a su propio hijo, el padre del protagonista.

E. A.- ¿Cuál crees que es su principal virtud? ¿Sabes qué fue lo que de ella persuadió al jurado a otorgarte el premio?
O. S.- El tono narrativo tiene una continuidad que no se rompe, he escrito una novela como las que a mí me gusta leer, cuya voz te acompaña y no quieres dejar de escuchar hasta que desvelas todo el entramado. Al menos eso me han dicho los lectores que la han catado. Luis Mateo Díez la definió como “una crónica particular nutrida de personajes muy bien perfilados. Es una novela hermosa y muy bien escrita”.

E. A.- Eres padre reciente. ¿Tienes alguna declaración que hacer al respecto sobre la conciliación de creación y m/paternidad? ¿Alguna enmienda legal por proponer?
O. S.- Conciliar vida laboral, vida marital, vida “paternal” con la vida creativa junto a las otras múltiples vidas de nuestra existencia, es harto trabajoso. En este último año he aprendido a priorizar, elegir, descartar. Creo que eso es en verdad lo que nos hace adultos.

E. A.- ¿Cuál es tu momento favorito del día para ponerte a trabajar en creación? ¿Tienes alguna rutina? ¿O eres más bien ‘romántico’ en ese sentido, esperas a que la musa se te haga presente? ¿O mejor a que tu niña duerma?
O. S.- Hay diferentes procesos creativos. La inspiración se aparece cuando menos te la esperas y siempre es una visita bienvenida. Esos momentos hay que aprovecharlos para captar la idea, las líneas, lo que sea que te venga. Después está el trabajo de pulir, redactar, emborronar, reescribir, tachar y volver a comenzar. Para plantarme en el escritorio necesito saber que voy a tener 1 o 2 horas ininterrumpidas. Antes era muy noctámbulo, ahora no tanto, valoro mucho mis horas de sueño.

E. A.- ¿Qué opinión te merece el momento actual en cuanto a la conjunción de las nuevas tecnologías y el ‘arte’? ¿Crees que es una conjunción favorable –para el arte, a las TIC se le presupone?
O. S.- Incertidumbre. Por un lado está claro que la creatividad va a continuar. El gen artístico es un manantial que no se extinguirá nunca y encontrará sus propios cauces a medida que se abran nuevas vías de expresión. Eso no me preocupa. Lo que está por ver es cómo se posicionan los tradicionales formatos de expresión. La música no ha muerto por mucho que las discográficas se rasguen las vestiduras. En una entrevista reciente Albert Pla decía que, efectivamente, han caído las ventas de discos, pero en vez de lamentarse él se dedica a hacer bolos rodando con su furgoneta. No es lo mismo con la escritura, pero la gente continuará leyendo, sea en papel, sea en pantallas de e-books. Habrá que agudizar el ingenio para hacer compatible la escritura de siempre y la lectura que viene. Por otro lado las artes plásticas han ganado un nuevo formato, un noveno, o décimo arte (he perdido la cuenta) con artistas que utilizan los lenguajes de programación para crear verdaderas obras de arte.

Ester Astudillo es filóloga, lingüista, traductora y poeta (además de lectora voraz de los más variopintos textos).